viernes, 26 de mayo de 2017

Un trabajador salva la vida gracias al desfibrilador instalado en la empresa

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La existencia de un desfibrilador en las instalaciones de una empresa de Tomelloso permitió hacer frente a una grave crisis cardíaca que ha sufrido un empleado del área comercial cuando se encontraba en su puesto de trabajo.

El empleado, de 46 años, fue evacuado de urgencia en una ambulancia del Sescam desde la empresa, situada en la autovía de Villarrobledo, hasta el Hospital General Universitario de Ciudad Real, donde se encuentra ingresado y, al parecer, fuera de peligro.

El suceso ha demostrado la conveniencia de que en todos los centros de trabajo y especialmente en las empresas, haya instalados desfibriladores y trabajadores que los sepan manejar, aunque su funcionamiento en muy sencillo.

Anro está certificada como Espacio Cardioprotegido desde el año 2009, aunque ha sido esta la primera vez que ha sido utilizado en una grave crisis real. En ese año, esta empresa tomellosera adquirió un DESA, dispositivo que administra una descarga eléctrica al corazón, a través de la pared torácica, ya que sus sensores hacen un análisis del corazón, monitorizan el ritmo cardíaco y, cuando lo requiere, liberan un choque eléctrico. Un desfibrilador puede restaurar el ritmo cardiaco normal a un paciente de ataque cardiaco o de muerte súbita.

Los desfibriladores pueden ser usados por personal no sanitario, ya que los riesgos de su uso son mínimos y garantizan un 90% de éxito. De hecho, en los casos en que no se produzca una arritmia y la pérdida de conocimiento se deba a otra causa, el aparato no permitirá generar el choque eléctrico.

Cada año se producen en España más de 25.000 paradas cardíacas (lo que equivale a una media de un paro cardíaco cada 20 minutos, ocasionando cuatro veces más muertes que los accidentes de tráfico). Más del 85% de las muertes súbitas son de origen cardíaco, el 90% de ellas se producen fuera de los recintos hospitalarios (lugares públicos y centros de trabajo), aspecto fundamental ya que, en la actualidad, sólo un 5% sobreviven a una parada cardíaca repentina cuando sucede fuera del hospital y sin quedarles secuelas.

El acceso público a la desfibrilación realizada por personal no sanitario, es capaz de procurar a la víctima asistencia antes de que transcurran los 10 primeros minutos tras la parada cardíaca, tiempo fundamental para aumentar las probabilidades de éxito de la cadena de supervivencia.

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