La finalidad de la pintura, desde sus orígenes, ha sido la de proteger al vehículo contra la corrosión y proporcionarlo un bonito aspecto estético. En los autobuses y autocares hay que añadir un requisito más: una mayor resistencia de la pintura, ya que estos vehículos están muchas horas continuadas rodando por calles y carreteras, expuestos a condiciones climáticas adversas, lavados con agentes químicos, etc. Los daños fruto de colisiones o debidos al propio deterioro de la pintura deben ser solucionados nuevamente para evitar su corrosión y devolverlos a su aspecto original.
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