El Stress Research Institute de la Universidad de Estocolmo y el Instituto Karolinska sueco han realizado un estudio que relaciona las horas de sueño con la tasa de mortalidad. La conclusión a la que han llegado los investigadores es que los adultos menores de 65 años que duermen cinco horas o menos diarias tienen una tasa de mortalidad más alta. El sueño se puede recuperar y si se compensa con más horas de descanso los fines de semana, por ejemplo, los niveles se equiparan al de los que duermen de siete a ocho horas.
Publicada por el Journal of Sleep Research, esta investigación recogió los datos de 38.000 adultos a lo largo de todo el territorio nacional sueco en 1997 y les hicieron un seguimiento durante 13 años para controlar la mortalidad de la muestra de estudio. Una vez tenidos en cuenta otros factores como el sexo, el índice de masa corporal, si fumaban o no, la actividad física realizada y si trabajaban por turnos, la conclusión a la que se llegó es que los adultos que duermen cinco horas o menos al día por norma tienen una tasa de mortalidad mayor en un 65%.
Sin embargo, y contra lo que pueda parecer, dormir mucho tampoco es tan bueno. Quienes duermen ocho o más horas registran una tasa de mortalidad un 25% más alta que la de quienes duermen entre seis y siete horas al día. De lo cual se deduce que lo ideal, en este sentido, está en esa horquilla de tiempo de descanso.
Otro de los puntos comprobados es que si bien dormir cinco o menos horas diarias no es saludable, esta falta de sueño se puede compensar. Torbjörn Åkerstedt, primer autor del estudio, en declaraciones recogidas por The Guardian, asegura que la existencia de otros estudios previos que relacionaban tasa de mortalidad y sueño se quedaban en la semana laboral así que sospechó que “podría haber alguna modificación si incluyes también el fin de semana de sueño o el día libre. La suposición en esto es que el sueño de fin de semana es un sueño de recuperación”.
Uno de los datos curiosos del estudio es que superados los 65 años desaparece la relación entre patrones de sueño y mortalidad. Algo que según Åkerstedt tiene que ver con el hecho de que los mayores duermen lo que necesitan. Lo cierto es que, a partir de esa edad, ya jubilados, no están sujetos a horarios laborales que determinen sus horas de descanso.
Por otro lado, aunque la investigación no entró a analizar más en profundidad las causas de muerte, su autor principal ha destacado que “es posible que dormir poco tenga un efecto negativo en el cuerpo, mientras que un sueño prolongado podría ser un signo de problemas de salud subyacentes”. De ahí que la tasa de mortalidad sea más alta tanto si se duerme poco como si se duerme mucho.
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