domingo, 22 de noviembre de 2020

Siete meses para que se reconozca a los celadores como personal de riesgo en la lucha contra el coronavirus

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Los celadores son los primeros que ven a un paciente que llega a un hospital. Son también los que trasladan a los enfermos de una sala a otra y son quienes les acompañan. En muchos casos, los que más contacto tienen con los enfermos.

El colectivo de los celadores cuando empezó la pandemia fueron clasificados por el ministerio como “personal de bajo riesgo”, una etiqueta de la que consiguieron deshacerse el pasado 7 de octubre. Junto a enfermeros y médicos, han acudido, como siempre, a sus centros de trabajo durante todos estos meses, pero eso sí, han sido en todo este tiempo los más invisibles y desprotegidos.

“Creo que somos de los más polivalentes”, cuenta Javier Navarrete, jefe de celadores del Hospital Central de la Cruz Roja, quien recuerda que “no son camilleros” y que el primero en atender a un paciente al llegar al hospital “es un celador”.

Este colectivo, en el caso del hospital en el que trabajaba Juan, vio cómo se han contagiado un 40% de los trabajadores por coronavirus. “El problema -señala el celador- de los contagios es dónde se han producido. Demostrar que esto es una enfermedad profesional es difícil”, añade.

El caso de los celadores era como el de los policías o la Guardia civil, cuando fueron catalogados de bajo riesgo, aunque en el caso de estos fueron quitados del “cuadro en junio”.

“En muchos centros de toda España, consideraban al celador de bajo riesgo y si había falta de EPIS, al último al que le daban material era al celador”, explica Navarrete. Ahora asegura que tienen equipos de sobra para todos los trabajadores, pero teme que, dependiendo de cómo evolucione la segunda ola, vuelvan a quedarse sin ellos.

Un caso igual es el del colectivo de limpiadores y limpiadoras de centros hospitalarios. Elisa tiene 58 años y limpiadora en la zona quirúrgica de un hospital público en Madrid. Ahora ya no está en contacto con pacientes covid, pero durante la primera ola era la empresa privada para la que trabaja la que le proveía de la protección. Una protección que desapareció cuando se requirieron todos los materiales disponibles para la sanidad. “No somos sanitarios, pero sí trabajamos cerca de ellos”, cuenta Elisa

Todos estos profesionales trabajan junto a otra persona a la que llaman “espejo”. Gracias a este “espejo” consiguen quitarse bien el EPI, ya que es uno de los momentos cruciales para evitar contagiarse, evitando tocar el exterior del traje, gafas, guantes, etc. “

Elisa lleva trabajando más de 20 años, confiesa que nunca había vivido algo así, recuerda cuando llegó el ébola a España y asegura que entonces “sí se hubiera contagiado”.

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