Las puertas de la habitación se cierran y en una televisión un robot humanoide, llamado Ziro, anuncia a los presentes que van a necesitar de su ayuda para salvar al mundo.
Encerrados, durante casi una hora, en un espacio que imita a un búnker del año 2050, un grupo de profesores de Formación Profesional (FP) de Asturias tiene que resolver diferentes acertijos para salvar a la humanidad de una muerte segura.
Hasta aquí, podría parecer una sala de escape (“escape room”) de las que abundan ya como setas por las grandes ciudades. Pero, como buen juego de rol, tiene un giro. Todas las pruebas que deben pasar los participantes están relacionadas con la prevención de riesgos laborales. Es más, la habitación está instalada en la sede ovetense del Instituto de Prevención de Riesgos Laborales (IPRL) y es la primera de estas características que se crea en España. Por ella van a pasar al año más de un millar de estudiantes y profesores, especialmente de cursos de FP, de formación ocupacional y de planes de empleo. “El objetivo es ayudar a la formación en prevención del alumnado. La de las salas de escape es una actividad que está en boga y que, en este caso, tiene dos partes, una lúdica y otra formativa”, señaló la directora del instituto, Miryam Hernández.
Una de las estrellas de la sala es un simulador del envejecimiento. Una especie de traje que los “escapistas” tiene que usar durante un momento de las pruebas y que les muestra “cómo sería trabajar con 65 años”, apunta Hernández. Tiene una especie de pinchitos -“que no hacen daño”, matiza la directora del IPRL- para simular algunas dolencias musculares.
Los primeros en probarlos han sido medio centenar de profesores de la FP asturiana que, para tranquilidad de sus alumnos, consiguieron resolver todas las pruebas y lograron salir de la sala sanos y a salvo y, lo más importante, consiguieron rescatar a la humanidad. Los responsables de la sala no quieren desvelar mucho de los misterios que encierra la sala porque, aseguran, perdería la gracia. No obstante, Humberto Sáez, técnico del Instituto explica que “se trata de hacer tres pruebas para resolver un misterio y resolver un código, esa sería la parte más lúdica”. Y añade: “También hay una parte preventiva en la que se ven los efectos de padecer diversas enfermedades”. La moraleja es que si no se toman las medidas adecuadas en el tajo el destino puede ser una enfermedad laboral.
Entre las pruebas a superar está, por ejemplo, la de manipular algunos materiales con unos guantes con los que los participantes pierden buena parte de la sensibilidad y así experimentar lo que un trabajador con problemas de movilidad siente. El diseño de esta sala, desarrollado por la compañía AG Consultores, llevó más de un año, lo más complicado reconocía el responsable de la empresa, Gabriel Jiménez, fue elaborar el guion y la parte audiovisual, en la que un androide va guiando a los participantes por las pruebas que tiene que superar. “Se trata también de que haya colaboración entre humanos y máquinas”, dice Elena Sanjoaquín, de la consultora. Es el futuro encapsulado en una hora de retos por salvar al mundo y, a la vez, escapar de los peligros del trabajo.
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