“En torno a un 30 o 35% de los ictus se dan en personas menores de 65 años y, por lo tanto, en edad laboral”, cuenta María Alonso de Leciñana, coordinadora del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Además, “conforme avanza la edad laboral, aumenta la incidencia de infartos. El porcentaje es progresivo: a más edad, más riesgo de esta enfermedad cardiovascular”, cita José Luis Palma, vicepresidente de la Fundación Española del Corazón (FEC).
De los 441 accidentes mortales en jornada laboral que se produjeron en asalariados entre enero y noviembre de 2019, 177 se debieron a infartos y derrames cerebrales. Es decir, los ictus y los infartos fueron los culpables del 40% de las muertes en horario laboral, según los últimos datos disponibles aportados por el Ministerio de Trabajo.
Una de las preguntas que surgen ante estas cifras es si el estrés laboral podría aumentar el riesgo de infarto e ictus. “El estrés induce cambios fisiopatológicos que explican el vínculo entre ansiedad, depresión y enfermedad cardio y cerebrovascular. Además, a los clásicos factores de riesgo cardiovascular (hipertensión arterial, diabetes, colesterol elevado, tabaquismo, obesidad y sedentarismo) se suman en el entorno laboral otros como el estrés, que desde 2012 está incluido como factor de riesgo para el corazón en la Guía Europea de Prevención Cardiovascular”, explica Palma.
Alonso de Leciñana añade que “no es que el estrés desencadene el ictus en sí mismo, pero sí que puede aumentar los factores de riesgo y la predisposición a sufrirlo”.
Conocer ictus e infarto para ayudar a un compañero de trabajo
El desconocimiento de estas dos enfermedades vasculares en el mundo laboral todavía es grande. En el caso del infarto hay mucho margen de mejora. Para Palma, “lo más importante es que las empresas y los empleados conozcan los factores de riesgo cardiovascular que provocan la aparición del infarto, mencionados anteriormente, y lleven a cabo un estilo de vida saludable. Por otro lado, es muy importante conocer su sintomatología para pedir ayuda rápidamente. Una atención temprana mejora el pronóstico”.
Cuándo se está sufriendo un infarto
El infarto se manifiesta de diferentes formas, recuerda el vicepresidente de la FEC. Habitualmente, se presenta un dolor tipo peso en la zona del esternón que no se modifica con los movimientos ni con la respiración. Este dolor es bastante intenso y puede irradiar hacia la mandíbula, cuello y espalda, brazo izquierdo y, en algunos casos, al brazo derecho. Se puede asociar a sudor frío y mareo. Otras veces se manifiesta con dolor en la parte alta del abdomen, dificultad para respirar, ganas de vomitar y pérdida de conocimiento.
El cardiólogo destaca que no debemos olvidar las consecuencias del infarto. Si es muy extenso, es posible sufrir de por vida insuficiencia cardiaca, a veces con congestión pulmonar. Si el infarto de miocardio es de pequeña extensión, se puede llevar una vida normal controlando, eso sí, los factores de riesgo para evitar un nuevo infarto.
En cuanto al ictus, Alonso de Leciñana señala que han comprobado, mediante algunas encuestas en población general, lo desconocida que es esta enfermedad cerebrovascular en entornos laborales. Lo que deberían conocer es que se trata de una enfermedad grave, ya que es la segunda causa de muerte en la población general y la primera en la mujer, y que se puede prevenir.
Cuándo se está sufriendo un ictus
La neuróloga expone los signos de alarma en caso de ictus: los síntomas aparecen bruscamente, produciéndose una pérdida de fuerza en un lado del cuerpo. Por ejemplo, si afecta a la cara, se le torcerá la boca. Si le afecta al brazo, no lo podrá levantar o no logrará mantenerlo elevado. También puede presentar dificultad para hablar o para entender lo que se le dice. Hay otros síntomas, como la aparición de un dolor de cabeza muy intenso y no habitual o pérdida de la visión de un campo visual o falta de equilibrio.
Cada minuto cuenta. Por eso, a la mínima sospecha hay que llamar al 112, para que el paciente se traslade inmediatamente a un hospital donde le puedan poner el mejor tratamiento para reducir las secuelas.
“La población considera que el ictus es una enfermedad de gente mayor y que a ellos no les puede tocar; cuando hemos visto que no es así. Para cambiar esa percepción colaboramos con la SEN en nuestros proyectos y campañas informativas que realizamos en las empresas sobre prevención, identificación y actuación. Son pilares básicos de información que los empleados deberían conocer”, cuenta Julio Agredano, presidente de la Asociación Freno al Ictus. Y añade que “el año pasado, con la colaboración y el aval de la SEN, desarrollamos la certificación de ‘espacio cerebroprotegido’. Es una formación on line muy simple, pero de gran impacto para los trabajadores de una compañía -que en muchas ocasiones trabajan de cara al público-. Aprenden a identificar síntomas, estabilizar al afectado y activar el protocolo Código Ictus a través de los servicios de emergencia. Así, se gana tiempo al reloj y el propio empleado da la voz de alerta, si en su entorno pasa algo”.
¿Las secuelas del ictus desembocan en una incapacidad laboral?
La neuróloga hace hincapié en que “el ictus provoca secuelas motoras o físicas que son muy llamativas, pero hay otras que afectan mucho a la capacidad de las personas, como las alteraciones del lenguaje (tanto para hablar como para entender lo que les están diciendo) y otras secuelas cognitivas, afectando a la atención, concentración y cálculo. Esto tiene un gran impacto en las tareas que realizaba antes del ictus y, por tanto, en su trabajo”.
Según el vicepresidente de Freno al Ictus, “la mitad de los supervivientes presentan secuelas importantes, conllevan discapacidad y, en muchos casos, incapacidades laborales. Aquí el problema es el drama que se genera en una persona laboralmente activa que sale del mercado, que deja de ingresar un sueldo para su familia y que pasa a recibir una pensión, en la mayoría de los casos, insuficiente”.
En general, prosigue Agredano, “las pólizas colectivas de salud no cubren la rehabilitación de origen neuronal, con lo que el afectado para su reintegración laboral depende del sistema público (habitualmente insuficiente) o la rehabilitación privada (con un coste elevado). Para no tener una secuela y una incapacidad laboral es el afectado el que tiene que asumir el coste de su rehabilitación”.
Adaptaciones de los puestos de trabajo: ¿mito o realidad?
Actualmente, ¿están preparadas las empresas para llevar a cabo adaptaciones de los puestos de trabajo en los casos de infarto o ictus que lo necesiten? Palma dice que “en este punto juegan un papel clave el servicio médico de empresa y el departamento de recursos humanos. Ambos tienen que tratar de coordinar con el tribunal médico si el trabajador que ha sufrido un infarto está capacitado para seguir trabajando. En caso de que esté capacitado, se debe valorar si puede seguir en su puesto o tiene que cambiar de funciones. El tribunal médico es siempre el que decide el tipo de incapacidad del trabajador y es la empresa la que tratará de adaptar su puesto de trabajo”.
En este sentido, Agredano advierte que la adaptación de los puestos de trabajo “no está estandarizada ni sistematizada. Se gestiona de manera individual, pero la gran mayoría de los casos terminan en una salida del empleado de la compañía. Recordemos que el ictus no provoca solo una secuela física, también puede producir secuelas cognitivas que son más difíciles de adaptar laboralmente, como velocidad de procesamiento, de cálculo y de expresión, atención divida. La mayoría de las veces, las empresas no saben gestionar estas secuelas”.
La prevención también se puede hacer en el entorno laboral
Con el objetivo de promover hábitos cardiosaludables en el entorno laboral, la FEC ha desarrollado un programa de formación a empresas, con la colaboración de la Asociación de Mutuas de Accidentes de Trabajo (AMAT). Este programa está destinado a mandos y directivos de las áreas de recursos humanos, prevención de riesgos laborales y responsabilidad social corporativa. “En el último programa hemos hablado de tabaquismo, sedentarismo, mala alimentación y también sobre cómo atender una parada cardiorrespiratoria en el entorno laboral. Hoy en día, cuidar de los trabajadores resulta más vital que nunca, no solo para mejorar su calidad de vida, sino también para incrementar la productividad empresarial, una asignatura todavía pendiente en España”, cita Palma.
Para la prevención del ictus, Agredano insiste en “fomentar la promoción básica de la salud y en dar peso al servicio médico de empresa y las revisiones médicas periódicas, que constituyen herramientas fantásticas. Según la AMAT, solo un tercio de las personas que pueden optar a revisiones médicas en su empresa se someten a estas”. Alonso de Leciñana puntualiza que los chequeos periódicos son útiles para controlar factores de riesgo como el colesterol y la tensión. Después hay que seguir los consejos del médico. “Con ello se lograría prevenir entre un 80 o 90% de los casos de ictus”, concluye la neuróloga.
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